9.11.10

la libertad de la práctica

photo by masaaki miyara
La finalidad de la práctica del zazen no es alcanzar la iluminación. Sentarse con las piernas cruzadas y dejar pasar los pensamientos como si fueran nubes, sin juzgarlos ni quedarse atrapado en ellos, permanecer despiertos aquí y ahora, con la humildad que esa actitud de escucha y aceptación (de su dificultad) conlleva, ése es el único objetivo. La práctica misma es la meta en sí, y no hay nada más a lo que aspirar. El camino hacia la iluminación o satori no es gradual sino súbito, como el de la manifestación del inconsciente, y una vez se experimenta, el acontecimiento pierde importancia, y se convierte en una vivencia más.
Algo de esta dificultad para cernir con palabras la dimensión precisa de la práctica zen me hace pensar a menudo en lo que sucede con el análisis, sobre todo cuando se argumenta sobre si cura o no cura, por qué dura tanto tiempo, por qué no encaja en los criterios actuales de lo que se considera una ciencia, la ambigüedad de sus logros terapéuticos, etc. Yo concibo el psicoanálisis como una práctica singular. Por supuesto, a diferencia del zazén, posee un principio y un final, y sí aspira a la transformación del sufrimiento del sujeto en otra cosa, a la obtención de un saber sobre uno mismo, y al cambio gradual de ciertas posiciones personales. Ambas son prácticas subjetivas, liberadoras y facilitadoras, algunos de cuyos logros se pueden contar pero muchos otros quedan fuera del ámbito de las palabras. Ninguna de las dos se interesa por el sentido ni aspira a constituir un sistema teórico de conocimiento, sino más bien una experiencia o acto (analítico). Sus interrogaciones giran alrededor del sufrimiento pero no en términos retóricos o especulativos. La pregunta es qué y cómo hacer... Ambos rechazan la idea de una sustancia ontológica, y en cambio se articulan alrededor de los conceptos dinamizadores de la vacuidad o la falta. Como escuché una vez comentar a un analista, en psicoanálisis uno se sienta frente al océano para ver los objetos regresar del inconsciente, mientras en el budismo uno se sienta frente al río y observa sin juzgar cómo estos pasan. En cualquier caso, los logros son visibles e invisibles al mismo tiempo, pero no por ello son menos reales o eficaces. Para el budismo no existe otra realidad que la de la mente, Freud compartía ese concepto de realidad psíquica como única realidad de la que nosotros podemos dar cuenta. Miquel Bassols señalaba el otro día la distinción que operan Freud y Lacan (y que ya está en la concepción griega del amor como erastés) entre el amor-eros alienado a las formas del objeto y el amor-erastés que no depende del objeto amado sino de su propia pulsión. En una sociedad como la nuestra, en la que el brillo del objeto (de consumo, de intercambio, de valor estético y ganancia) es lo que prima, el psicoanálisis sigue señalando y salvaguardando la importancia y dificultad de ser amante antes que amado. Esa es nuestra expertisse, nuestro terreno de juego, el del deseo de desear. Y no es casualidad que hayamos conceptualizado la condición indispensable para que haya análisis, la transferencia, como un cierto estado de amor peculiar.
Además de liberarnos (o desalinearnos) de las ilusiones-maya (u objetos), según lo pensemos en términos budistas o analíticos respectivamente, ambas prácticas marcan el camino de la des-alienación (que no el rechazo) del otro. Li Zhi lo subrayó en su lectura de Wang Yangmin: si todo hombre es un buda en potencia, si todo hombre contiene la “santidad” en sí, no hay secreto ni verdad a ser revelada por nadie, nadie salva al otro, no hay otro a quién seguir o a quién someterse. Es a los que se refiere Wang Yangming, cuando dice "El hombre de la calle es un santo", o Confucio, al contestar “preferiría no hablar” (Lun Yu 17/19) O ya en términos psicoanalíticos, no hay otro que nos autorice sobre nosotros mismos, que posea un saber mayor sobre nosotros, y por eso el psicoanálisis (también su formación y transmisión) es una práctica que tiene lugar fuera de instituciones como la universidad o el hospital psiquiátrico, es una práctica laica y a-institucional. Y eso, está claro, no nos deja sin dificultad. Me interesa especialmente la posibilidad y consecuencias de un psicoanálisis laico (el practicado por personas que no son psicólogos ni psiquiatras) y tanto la práctica del zazen como Li Zhi/Billeter me sirven de perfectos compañeros de viaje.

5 comentarios:

Vicent Llémena i Jambet dijo...

Es cierto, Vanessa, casi todos los que llegamos al análisis buscamos la verdad de alguien en la vida real al que cuando cree dárnosla, o nos la da, le quitamos el supuesto saber, no le creemos, por eso el psicoanálisis nos deja plantearnos que somos nosotros los amos al menos de nuestro conocimiento, pero de nosotros mismos, de nuestra realidad psíquica, nadie nos va a decir lo que debemos hacer y a nadies hemos de seguir como guía, eso no obvia al Otro o al otro aunque somos también nosotros mismos valga la paradoja.
En cuanto al caso de Eros y erastés, en este tiempo en que vivimos se precia y se fomenta el tener, el principio masculino, el goce, el tener a alguien quien nos ame, es poseerla, o tener un poder sobre ella o él, mientras que es el amor del amante el que defendemos ante todo el mundo, y aún hay quien nos pregunta ¿pero es que no te importaría que tu mujer no te amara? lo llevan al absurdo, ser, tener y amar, goce, deseo y amor en perfecto equilibrio y como tú dices, ver el mundo, no vestirse para él.(aunque ha de haber un cierto equilibrio entre lo femenino, lo masculino y el amor, logicamente, con ello no estoy negando la "natural" coquetería de las mujeres).

Adelarica dijo...

interesante como siempre

cuánto que hablar en una conversación que espero lo más próximo posible

las dos imágenes del psicoanálisis como alguien frente al océano y del budismo ante el río, se oponen a la imagen de nuestra vida como los ríos que van a dar al mar (Manrique): una visión lineal y empobrecedora

un beso enorme

nomesploraria dijo...

Yo me quedo en babia constantemente. ¿Se dice así? ¿En babia?
Desespero a las personas que conviven conmigo por ese despiste mío que nunca es falta de interés: es incontrolable. Ya sé que no tiene nada que ver con dejar pasar los pensamientos como si fueran nubes pero me ha hecho pensar en ello y en el enfado de algunas personas que me quieren.

Petó estimada V

Isabel Mercadé dijo...

El otro día leía este poema:

"No es fácil dominar el arte de perder;
hay tantas cosas que parecen colmadas por el deseo
de ser perdidas que su pérdida no es un desastre.
Pierde algo cada día. Acepta la confusión
de las llaves extraviadas, de la hora desperdiciada.
No es difícil dominar el arte de perder.
Practica después perder más, y más rápido:
lugares, y nombres, y las tierras a las que pretendías
viajar. Ninguna de estas pérdidas será devastadora.
He perdido el reloj de mi madre. ¡Y mira!, la última
o la penúltima de las tres casas que he amado se perdió.
No es difícil dominar el arte de perder.
He perdido dos ciudades, hermosas ciudades. Más aún,
vastos reinos que poseía, y dos ríos, y un continente.
Los añoro, pero no fue un desastre.
Incluso perdiéndote a ti (la voz risueña, un gesto que
amo) no habría mentido. Es evidente
que no es difícil dominar el arte de perder
aunque eso parezca (¡escríbelo!) un desastre."

Elizabeth Bishop

Me han gustado muchas cosas de tu magnífica entrada, como siempre. Que la práctica misma sea la meta en sí, que la iluminación sea súbita (y que coincide con el concepto de epifanía cristiano), el piscoanálisis concebido como una práctica y no un saber, el psicoanálisis como cura y transformación (para mí lo ha sido, lo es)y todo eso que queda fuera del ámbito de las palabras, pero al final, ese deseo de desear con el que nos has remitido a aquel saber perder, me ha recordado este poema.

Un abrazo, Vanessa.

el objeto a dijo...

hola!
Vicent, la lectura del libro de Bassols me ha iluminado mucho, la incertidumbre del sujeto acerca de cómo responder uno mismo ante la demanda del Otro, ese es el camino que se emprende en el análisis, en vez de preguntarse sólo por qué es lo que quiere el otro de mí, cómo responderá, la pregunta se centra en uno mismo, y por eso deviene tan liberador. Abrazos

Álvaro qué bonito eso que señalas de las metáforas acuáticas, o lo he soñado o estaba en uno de tus posts de hace unos días... me gusta esta trenza onírica transbloguera...la libertad de la espiritual particular, yo sé que tú me entiendes ;-)

Noméspl, es que tú eres muy zen, te lo digo yo que sé de qué me hablo, y sí, esa babia tuya es de la que hablo. en el zen el humor como "corte" en la aprehensión del mundo es muy importante, y yo croe que tú eres un maestro del humor también en ese sentido, así que ben trobato...

querida Bel,
muchas gracias por este poema que es genial!! me encanta!! me lo voy a copiar para usarlo, es muy alentador, verdad ;-)?
me he leído un libro maravilloso sobre Ramon Llull y su búsqueda del amor y letra como salvación ante la locura que le invadía, y ahora me acordaba con lo que has dicho, tantas cosas que quedan fuera del ámbito de las palabras, pero aún así para pasar por el deseo volvemos a ellas para mantener ese deseo de desear

gracias y abrazos a todos